sábado, 20 de octubre de 2012

La búsqueda


Leyó y leyó, investigó y viajó. Consumido en la búsqueda de la verdad, la simple y la única. De donde provienen todas las cosas, hacia donde van. Era la única meta de su vida, nada más tenía sentido.

Pasaron años, décadas, casi sin comer, casi sin dormir. Hasta que un día, encontró en un libro, una hoja arrugada, con un lugar. Un mapa, con una isla, que nadie conocía, y que no había escuchado nombrar jamás. Ahí, solo ahí, podía estar la verdad.

Vendió las pocas cosas que tenía, compró un barco, media tripulación y zarpó a primera hora.

Llegó a la isla, y siguió el camino, a pie, solo. Se encontró una cueva y un anciano en la entrada. Lo miró, podría tener 100 años, podría tener 10. Le hizo señas para que entrara. Caminó por la oscuridad, cada vez más ansioso. Y llegó al final, una vela brillando y al frente: la verdad.

Nunca el temor fue tan grande, ni la verdad tan clara. Nunca el vacío fue tan profundo, ni la miseria infinita.

Perplejo, congelado, asfixiado por su propia búsqueda. Maldijo al destino por haberlo conseguido. 

No había más que una vela y un espejo. Era todo, era suficiente.

Tomo una piedra del suelo y lo rompió en mil pedazos, sudando, agitado. Acabó la maldición. Nunca más nadie podría saber, que la verdad siempre ha estado frente a nuestros ojos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Búsqueda interior

Buscando arena en el desierto
Buscando nieve en el invierno.
Buscando aire en la sala de la casa
Buscándote frente a mí en el espejo.

Encuentro ante mis ojos el más frío de los fríos
tajante frente a la luna rodeada de estrellas,
explosivo como el oleaje de temporada,
incrustado entre tu pecho y espalda.

De pie junto a la duda punzocortante,
acorazado con puertas de madera sin cerrojo,
taciturno, testarudo y disonante
se encuentra el sentido de una historia sin comienzo.

Alejo mi pensar del tumulto de tu fuego
y a observar y respirar me detengo.
Descubro que buscando nunca encuentro
mucho menos si no he buscado dentro.



lunes, 8 de octubre de 2012

El valor de las cosas



Últimamente me he puesto a pensar en el verdadero valor de las cosas. Creo que nuestro sistema económico está mal, es una locura carente de sentido.

¿Por qué demonios el valor de las cosas no se mide en nuestro amor por las mismas?

Nos enseñan a creer, ciegamente, en el dinero. Entre más vale algo, mejor, entre más acumule, más valgo como persona. Una casa, un hotel, un país.

¿Y cuánto de eso verdaderamente queremos? ¿Queremos una casa tanto como se quiere a un amigo? ¿A una guitarra? ¿a una mascota?

¿Queremos realmente el dinero? ¿Lo utilizamos, o nos utiliza? Si no le tenemos aprecio a un carro, ¿por qué envidiar el del vecino? ¿Por qué robar? ¿Por qué aparentar? ¿Por qué consumirnos enteramente en la profundidad de lo inalcanzable?

Si se pudiera pagar con amor, con amistad, con colaboración, con empeño hacia lo que hacemos, ¿no sería más valiosa nuestra compra? ¿No sería nuestro intercambio algo de verdadero valor? ¿Por qué no dejar que las cosas sean sencillamente herramientas, y quitarles así la importancia tan absurda que les damos?

Así no existiría la codicia, nadie podría acumular todo el cariño del mundo, al menos no del verdadero. Y podríamos dejar de engañarnos a nosotros mismos, pensando que el dinero alguna vez nos hará felices.

domingo, 7 de octubre de 2012

El camino hacia la verdad I

Ciertamente nadie posee la verdad absoluta, pero si queremos realmente llegar a un lugar es necesario seguir caminando, ojalá a un ritmo constante.

La constancia, una gota que cae sobre la roca no es mas que una gota que se deshace, sin embargo una gota tras otra que cae sobre la misma roca significa un agujero.

La constancia es la madre de las buenas costumbres y de los resultados, puede cambiarnos, puede cambiar el entorno, puede dar pasos gigantescos.

En las artes marciales, la música, el deporte lo primero que entrenan los adeptos es la constancia y la disciplina, sin ellas todo el conocimiento sería en vano.

La constancia, el primer hábito que debemos entrenar.

Es necesario crear un hábito y darnos cuenta de que es posible, son solo necesarios 22 días de repetir una acción para que esta se transforme en hábito.

La constancia, una vez dominada no habrán límites.

lunes, 1 de octubre de 2012

Mas alla


Acá estoy nuevamente, el cielo, los árboles, siguen acá, es como si nunca me hubiera alejado, como si nunca los hubiera odiado. Más allá estaba el resto, de más allá vine, no comprendo porque, ni quiero comprender.
Nunca pensé que mi camino me llevaría de vuelta acá, pensé que había cambiado, pensé que era otro, que era mejor...pero todo da vueltas, como un circulo, adentro, a nuestro alrededor, acá donde nada tiene sentido, donde todo es igual al igual que yo. Solo más allá, solo ahí.
Como el ouroboros, matándome a mí mismo para sentirme vivo, devorándome lentamente mientras me doy a luz, en un proceso tan lleno de amor como de odio, y ¿qué es la esperanza?, ¿dónde nazco y donde muero? ¿Cuándo vivo y cuando no? ¿pq dejé ese más allá ?

Ya nada importa, estoy de vuelta, la vieja casa, los recuerdos, los sueños olvidados, la sensación de ser inmortal, los amigos perdidos, las partes que sacrifique y que no volverán, todo vuelve a mi alma, como los perros vuelven a su amo cuando trae comida. No me queda nada más que eso, el lejano recuerdo de lo que una vez fue, las vidas que no viví, las pequeñas ilusiones infinitas, como candelas en la oscuridad…y el frio, este maravilloso frio, acompañado del calor de los fantasmas, es casi como sentir que están acá nuevamente conmigo, no puedo evitar sonreír y admirar la maravilla de la vida, la resurrección de lo amado en nuestra memoria.

Como la sangre que corre por mis venas, ellos corren conmigo, hablan conmigo, sonríen conmigo, y su dolor también, aún me duele la pierna, ya no soy tan resistente como antes, pero no me pude resistir, a veces un poco de dolor puede hacer que uno recuerde ciertas cosas, a veces mejor aún, puede hacer que olvidemos.
A veces es mejor olvidar que la vida es una mísera, pintada con innumerables ilusiones, y solo vemos las ilusiones, pues no necesitamos más. Y así nos sentimos menos miserables pues no necesitamos más; a veces los mayores milagros surgen de nuestras caídas, el regalo de ya no tener peso encima, el regalo de perder lo más amado, para descubrir que realmente nunca se le puede perder verdaderamente.

Fin.
Alex Viquez
Christian Watson