y entro el frío al madrugar.
Y entraron también las dudas
y encontraron en mi cabeza un hogar.
Tome la decisión en mis brazos
y aliste mis botellas de mar.
Subí al bote que navega en el vino,
cansado sin saber nadar.
Al final quise intentarlo de nuevo
y te ofrecí compartir la mesa una vez más.
En tu respuesta encalló mi paciencia
Y con ella nos hemos vuelto a tropezar.
Millones de tus pequeñas señales
lecciones me vienen a enseñar
de otras herramientas de la vida
y del viejo arte de zarpar.