jueves, 1 de mayo de 2014

De un sueño...

Un noche tuve un sueño donde de repente estaba en el infinito de un momento que jamás acabaría porque son de esos momentos que se recuerdan siempre, los que ni los años borran. Y si es que en realidad somos eternos, ni el pasar de la eternidad sería suficientemente.

Tuve un sueño donde me envolvía un atardecer y un beso, y yo era infinito y los segundos no pasaron. Un beso sabor a atardecer, donde de repente volví a ser niño, y recordé esa euforia inocente, esa emoción implacable que sólo los niños sienten cuando todo a su alrededor les parece una maravilla.

Y en ese sueño el atardecer tenía mil colores en cielo y a mi alrededor todo era uno con el sol y con el día que lentamente desnudaba a la noche, que siempre viene cargada de misterios y de pasión y de profundas conversaciones o silencios o tal vez todo a la vez sin decir una palabra.

Esa vez soñé con ser uno con el mar, y flotar en sus cálidas aguas y sentir que todo era perfecto, que todo fluía y se mecía lentamente como las olas, donde todo reaccionaba graciosamente y era tan perfecto que no necesitaba explicación.

Soñé que la inspiración misma acariciaba mi alma con dulzura mientras yo la besaba lentamente  al despertar,  las palabras no son suficientes para describir tal sentimiento, sin embargo puedo decir que sí mi vida durara tan solo un momento, ese sería el elegido. 

Una noche tuve un sueño y al despertar fue confuso recordar la realidad. Decidí apagar las luces, quitarme los zapatos, mirar hacia la luna, mi única testigo y volver a descansar. Una noche mas de soledad.

"Una noche tuve un sueño y al despertar y verte a mi lado caí en cuenta que nunca estuve soñando y hoy solo quiero decirte gracias. Gracias por ser mi sueño hecho realidad."